Las mejores 18 frases de Santa Teresa de Jesús
La historia rara vez ha visto una combinación tan singular: una monja, una escritora y una mística. Santa Teresa de Jesús no era solo un rostro sereno escondido tras un hábito. Era una mujer con garra, pasión y una capacidad de introspección que dejó a España y al mundo una rica herencia espiritual.
Tabla de contenidos:
Frases de Santa Teresa de Jesús
- Es para mí una alegría oír sonar el reloj: veo transcurrida una hora de mi vida y me creo un poco más cerca de Dios.
- No son buenos los extremos aunque sea en la virtud.
- La verdad padece, pero no perece.
- El amor perfecto tiene esta fuerza: que olvidamos nuestro contento para contentar a quienes amamos.
- He cometido el peor de los pecados, quise ser feliz.
- De devociones absurdas y santos amargados, líbranos, Señor.
- No me vendo, es el único lujo de los pobres.
- La tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento del hombre.
- ¡Ay que larga es esta vida! / ¡qué duros estos destierros! / ¡esta cárcel, estos hierros / en que el alma está metida! / Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, / que me muero porque no muero.
- Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.
- Lee y conducirás, no leas y serás conducido.
- La vida es una mala noche en una mala posada.
- Y sin amor todo es nada.
- Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero.
- Si en medio de las adversidades persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, esto es amor.
- Vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte.
- Aunque las mujeres no somos buenas para el consejo, algunas veces acertamos.
- Más lágrimas se derraman por las plegarias respondidas que por las no respondidas.
Santa Teresa de Jesús: La Mística con Garbo
Nacida en 1515 en Gotarrendura, España, Teresa se unió al convento de las Carmelitas a los 20 años, pero no creas que fue un paso fácil. La vida monástica de esa época no era exactamente el reflejo de la austeridad y devoción que ella anhelaba. No, no. Era más un lugar de charlas y chismes mundanos que de profunda espiritualidad. Por eso Teresa, que no era de las que se quedaban de brazos cruzados, emprendió una revolución.
La revolución Teresiana no se trataba de armas o ejércitos. Era de recogimiento, oración y desapego. Santa Teresa quería volver a las raíces del Carmelo, al desierto interior, al silencio que permite el encuentro auténtico con Dios. Así, fundó el Monasterio de San José en Ávila, marcando el inicio de las Carmelitas Descalzas, una orden que buscaba una vida más simple y apegada a la oración.
Pero no te equivoques, su camino no fue un paseo por las nubes. Santa Teresa tuvo que enfrentar resistencias, desafíos y enfermedades. A veces su cuerpo no le respondía, pero su espíritu, ¡ay su espíritu! estaba en constante movimiento. Sus experiencias místicas, que más de una vez le hicieron levitar (literalmente), le dieron insights profundos sobre el alma humana y su relación con Dios.
Hablemos de sus escritos, porque Santa Teresa, era también una pluma afilada. Su obra "Las Moradas" o "El Castillo Interior" es un road trip por el alma humana, donde cada estancia representa una fase de la evolución espiritual. Teresa no tenía pelos en la lengua. Nos habla de cómo las distracciones, las pasiones y el ego pueden desviarnos. Pero también nos guía, con ternura y determinación, hacia el centro del castillo, donde reside el "Rey", Dios.
Su vida estuvo marcada por sus pensamientos y enseñanzas sobre la importancia de la oración como medio para alcanzar la unión con Dios. Para Teresa, la oración no era solo repetir palabras, sino un "íntimo trato de amistad" con Dios. Imagina tener a Dios como tu mejor amigo y confidente; así lo veía Teresa.
Ella enfatizaba que todos, sin importar su estatus o educación, podían alcanzar altos niveles de vida espiritual a través de la oración y el autoconocimiento. Su frase "Conócete a ti mismo y conocerás a Dios" refleja esa esencia.
Más allá de su profunda espiritualidad, Teresa era también una mujer audaz, con un sentido del humor afilado y una capacidad sorprendente para manejar situaciones difíciles. Nada de monja aburrida. Era astuta, incluso en los asuntos terrenales.
Santa Teresa de Jesús no era solo una santa en un pedestal, era una mujer de carne y hueso, con pasiones, temores y un deseo inquebrantable de conocer y amar a Dios. Nos dejó un legado de autoconocimiento, introspección y un ejemplo de cómo la fe puede mover montañas, o en su caso, monasterios.