Las mejores 49 citas de Miguel de Unamuno
Si alguna vez te paseas por Salamanca, te toparás con el eco de un hombre que fue tan parte de la ciudad como la misma Universidad. Miguel de Unamuno nació en 1864, en la ciudad portuaria de Bilbao, pero fue en Salamanca donde su espíritu inquieto y su mente prodigiosa encontraron un hogar.
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Frases de Miguel de Unamuno
- Obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir.
- Es débil porque no ha dudado bastante y ha querido llegar a conclusiones.
- Todo acto de bondad es una demostración de poderío.
- No des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendas que necesita; y soporta luego la ingratitud.
- Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece más aún por lo que de nosotros mismos nos descubre, que por lo que de él mismo nos da.
- Un pedante es un estúpido adulterado por el estudio.
- ¿Racionalizar la fe?. Quise hacerme dueño y no esclavo de ella, y así llegué a la esclavitud en vez de legar a la libertad en Cristo.
- Cuando se muere alguien que nos sueña, se muere una parte de nosotros.
- El escritor sólo puede interesar a la humanidad cuando en sus obras se interesa por la humanidad.
- Quiero vivir y morir en el ejército de los humildes, uniendo mis oraciones a las suyas, con la santa libertad del obediente.
- La opinión de toda una multitud es siempre más creíble que la de una minoría.
- Hay gentes tan llenas de sentido común, que no les queda el más pequeño rincón para el sentido propio.
- A veces, el silencio es la peor mentira.
- Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas.
- Llamo rumiantes a los hombres que se pasan rumiando la miseria humana, preocupados de no caer en tal o cual abismo.
- Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.
- La verdadera ciencia enseña, por encima de todo, a dudar y a ser ignorante.
- La locura, la verdadera locura, nos está haciendo mucha falta, a ver si nos cura de esta peste del sentido común que nos tiene a cada uno ahogado el propio.
- Tu desconfianza me inquieta y tu silencio me ofende.
- A un pueblo no se le convence sino de aquello de que quiere convencerse.
- El cielo de la fama no es muy grande, y cuántos más en él entren a menos tocan cada uno de ellos.
- Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee.
- Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha.
- Lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrense lo tonto que será.
- Las lenguas, como las religiones, viven de herejías.
- Pedimos milagros, como si no fuese el milagro más evidente el que los pidamos.
- A menos pensamiento, pensamiento más tiránico y absorbente.
- La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.
- El amor compadece, y compadece más cuanto más ama.
- Antes hay que desconfiar del que busca razones por las que nos beneficia, que del que nos beneficia sin buscar razones.
- ¿De qué te sirve meterte a definir la felicidad si no logra uno con ello ser feliz?
- Se viaja no para buscar el destino sino para huir de donde se parte.
- El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando.
- Existe gente que está tan llena de sentido común que no le queda el más pequeño rincón para el sentido propio.
- Jamás desesperes, aun estando en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante.
- La lengua no es la envoltura del pensamiento sino el pensamiento mismo.
- El progreso consiste en renovarse.
- Es detestable esa avaricia espiritual que tienen los que sabiendo algo, no procuran la transmisión de esos conocimientos.
- Una de las ventajas de no ser feliz es que se puede desear la felicidad.
- La vida no es sueño. El más vigoroso tacto espiritual es la necesidad de persistencia en una forma u otra. El anhelo de extenderse en tiempo y en espacio.
- Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá.
- El que quiere todo lo que sucede, consigue que suceda cuanto quiere. ¡Omnipotencia humana por resignación!. A esta resignación sólo por la gracia se llega.
- El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura.
- La filosofía responde a la necesidad de hacernos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida.
- La felicidad no es cosa fácilmente digerible; es, más bien, muy indigesta.
- Los satisfechos, los felices, no aman; se duermen en la costumbre.
- Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento.
- Ahora empiezo a meditar lo que he pensado, y a verle el fondo y el alma, y por eso ahora amo más la soledad, pero aún poco.
- Contra los valores afectivos no valen razones, porque las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera verdad.
Miguel de Unamuno: El filósofo rebelde de Salamanca
Este hombre no era tu típico pensador de barba y gafas perdido en las nubes. Unamuno era un volcán de pasiones, un pensador que no se conformaba con rascar la superficie, sino que quería sumergirse en las profundidades del alma humana.
Educador, escritor, poeta, novelista, y sí, también rector de la Universidad de Salamanca, Unamuno fue un hombre de letras, pero de esas letras que se forjan con fuego. Su obra abarcó todos los géneros literarios, pero siempre con un hilo conductor: la preocupación por España y la condición humana.
Con una mente más inquieta que un huracán en el Atlántico, Unamuno no se quedaba quieto ni en sus pensamientos ni en sus acciones. En su obra "Del sentimiento trágico de la vida", nos lleva de viaje a través de sus reflexiones sobre la existencia, la inmortalidad del alma y la lucha interna entre la razón y la fe. Era un hombre de fe, sí, pero de una fe que se preguntaba, que dudaba, que buscaba.
Unamuno era un hombre de su tierra, profundamente español, y eso se reflejaba en obras como "En torno al casticismo", donde exploraba la identidad de España y su cultura. Pero cuidado, que Unamuno no era de esos que se quedan en el "todo tiempo pasado fue mejor". Él quería una España viva, respirando el aire fresco del presente y mirando al futuro.
Durante la turbulenta época de la Segunda República y la Guerra Civil Española, Unamuno no se mordía la lengua. Fue un crítico del gobierno de Primo de Rivera y luego del fascismo de Franco. Su discurso en la Universidad de Salamanca en 1936 es famoso: se dice que ahí le plantó cara al mismísimo Millán-Astray, en un acto de valentía intelectual que es parte de la leyenda.
Pero la vida de este pensador no era solo política y filosofía. Unamuno escribió novelas como "Niebla", que juega con la metaficción antes de que metaficción fuera siquiera una palabra de moda. Su protagonista, Augusto Pérez, es un hombre que se enfrenta a la crisis existencial y a su creador, en un diálogo que hace que te explote la cabeza de puro asombro.
El mismo Unamuno era un personaje tan complejo como aquellos que salían de su pluma. Fue desterrado por sus ideas, y sufrió el dolor de la pérdida y la enfermedad en su vida personal, lo que añadía una capa más de profundidad a sus escritos sobre el sufrimiento humano.
Miguel de Unamuno falleció en 1936, pero dejó tras de sí un legado de búsqueda constante, de un intelectualismo apasionado y combativo que pocos han podido igualar. Hoy, su estatua en Salamanca sigue mirando la universidad, como si aún estuviera allí, retándonos a pensar, a cuestionar y a sentir con la misma intensidad que él vivió su vida.
Así era Miguel de Unamuno: un hombre que no solo pensaba, sino que sentía cada palabra, cada idea, como si fuera una cuestión de vida o muerte. Porque para él, entender la vida, en todas sus contradicciones y bellezas, era el único combate que valía la pena luchar.