Las mejores 117 citas de Gilbert Keith Chesterton
En medio de la efervescencia intelectual de principios del siglo XX, emerge una figura imponente, tanto en estatura física como en ingenio literario: Gilbert Keith Chesterton. Nacido en Londres en 1874, Chesterton, con su característica capa, sombrero de ala ancha y bastón, se convirtió en uno de los más prolíficos escritores y pensadores de su tiempo.
Tabla de contenidos:
Frases de Gilbert Keith Chesterton
- La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea, y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra.
- La iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza.
- Debes ser ortodoxo en la mayoría de las cosas, o nunca tendrás tiempo de predicar tu propia herejía.
- Es posible que la frase "dictadura del proletariado" no tenga sentido alguno. Tanto valdría decir; "la omnipotencia de los conductores de autobús". Es evidente que si un conductor fuese omnipotente, no conduciría un autobús.
- Es difícil dar una definición de la lealtad, pero quizás nos acercaremos a ella si la llamamos el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida.
- Entrar en el terreno de los hechos es entrar en el mundo de los límites. Las cosas pueden emanciparse de ciertas leyes accidentales o pegadizas, pero no pueden escapar a las leyes de su naturaleza. Se puede libertar a un tigre de su jaula, pero no de su piel manchada.
- En la tierra de la anarquía absoluta no hallaréis aventuras, pero en la de la autoridad, cuantas os plazca.
- No tiene importancia que maldigamos al vecino, siempre que no nos admiremos a nosotros mismos.
- El miserable temor de ser sentimental es el más vil de todos los temores modernos; más vil aún que el terror que ha dado origen a la higiene.
- Uno de los extremos más necesarios y más olvidados en relación con esa novela llamada Historia, es el hecho de que no está acabada.
- No es bueno que los hombres sepan hasta que punto somos buenos.
- En todo aquello que vale la pena de tener, incluso en el placer, hay un punto de dolor o de tedio que ha de ser sobrevivido para que el placer pueda revivir y resistir.
- La cosa más práctica e importante en un hombre es su concepto del Universo.
- Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción.
- Las vidas de los ricos son en el fondo tan aburridas y monótonas, sencillamente porque ellos pueden escoger lo que ha de sucederles. Están aburridos porque son omnipotentes... La cosa que mantiene la vida romántica y llena de ardientes posibilidades es la existencia de esas grandes limitaciones vulgares que nos obligan a todos a enfrentarnos a las cosas que no nos gustan o que no esperamos.
- La aventura podrá ser loca, pero el aventurero ha de ser cuerdo.
- Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista; pero una mala nos dice la verdad sobre su autor.
- La sumisión a un hombre débil es disciplina. La sumisión a un hombre fuerte es sólo servilismo.
- Dios crea cada margarita separadamente, pero nunca se cansa de crearlas. Puede ser que Él tenga el apetito eterno de la infancia. Porque nosotros hemos pecado y envejecemos, pero nuestro Padre es más joven que nosotros.
- Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto.
- "Divertido" no es lo contrario de "serio". "Divertido" es lo contrario de "aburrido", y de nada más.
- Las mujeres son siempre autoritarias: siempre están por encima o por debajo; por eso el matrimonio viene a ser una suerte de poético balancín.
- Las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente, sólo algo vivo puede ir contracorriente
- La camaradería no es más que la mitad de la vida: la otra mitad es el amor, una cosa tan diferente de aquella, que podría uno imaginarse que fue creada para otro universo.
- Optimista es aquel que cree que todo está bien menos el pesimista; y, pesimista, aquel que cree que todo está mal, excepto él mismo.
- Lo más increible de los milagros es que ocurren.
- Sentir que se ríe de nosotros algo al mismo tiempo inferior y más fuerte que uno es espantoso.
- Nadie puede usar la palabra progreso si no tiene un credo definido y un férreo código moral… Porque la misma palabra "progreso" indica una dirección; y en el mismo momento en que, por poco que sea, dudamos respecto a la dirección, pasamos a dudar en el mismo grado del progreso.
- Hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina.
- ¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.
- Nunca pude admitir una utopía que no me deje la libertad que yo más estimo: la de obligarme.
- Cuanto se hace con prisa queda enseguida pasado de moda; por eso nuestra civilización industrial moderna ofrece tan curiosas analogías con la barbarie.
- En el mundo moderno, la libertad es lo contrario de la realidad; pero es sin embargo su ideal.
- Bebed porque sois felices, pero nunca porque seáis desgraciados.
- La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.
- El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas.
- A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.
- Al hombre de cada siglo le salva un grupo de hombres que se oponen a sus gustos.
- El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general.
- Mientras las cosas son realmente esperanzadoras, la esperanza es un nuevo halago vulgar: sólo cuando todo es desesperado la esperanza empieza a ser completamente una fuerza.
- No sólo para gobernar, sino también para sublevarse hacen falta leyes estrictas. Un ideal fijo, habitual, es condición para toda clase de revoluciones.
- Es menos desagradable ver mendigar un pobre que un rico. Y un cartelón de propaganda es un rico que mendiga.
- El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo.
- Ningún hombre debería escribir a no ser que estuviese convencido de que él está en posesión de la verdad y otro hombre está en el error.
- Siendo niños éramos agradecidos con los que nos llenaban los calcetines por Navidad. ¿Por qué no agradecíamos a Dios que llenara nuestros calcentines con nuestros pies?
- Hay otro linaje de escépticos muchos más terribles, si cabe, que los que creen que todo es materia; todavía queda el caso de aquel escéptico para quien todo se reduce a su propio yo.
- El pesimista sabe rebelarse contra el mal. Sólo el optimista sabe extrañarse del mal.
- Lo que se llama un vestido atrevido no es más que un vestido un poco más convencional que los demás.
- La respuesta a cualquiera que hable de "exceso de población" es preguntarle si él mismo es parte de ese exceso de población, o si no lo es, cómo sabe que no lo es.
- No hay cosas por las cuales los hombres hagan tan hercúleos esfuerzos como las cosas de las cuales ellos saben que no son merecedores.
- La revolución, por su naturaleza, produce gobierno; la anarquía no produce sino más anarquía.
- Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo, todo, menos la razón.
- Democracia significa gobierno por los que no tienen educación, y aristocracia significa gobierno por los mal educados.
- El sabio es quien quiere asomar su cabeza al cielo; y el loco es quien quiere meter el cielo en su cabeza.
- El lógico desequilibrado se afana por aclararlo todo y todo lo vuelve confuso, misterioso. El místico, en cambio, consiente en que algo sea misterioso para que todo lo demás resulte explicable.
- Un joven puede guardarse del vicio pensando continuamente en la enfermedad. Puede guardarse de él pensando continuamente en la Virgen María. Podréis discutirme cuál de los dos métodos es más razonable, o hasta cuál es el más eficaz. Pero no puede haber discusión ninguna sobre cual es el más sano.
- El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia.
- La educación es por lo menos una forma de culto de la voluntad, no de cobarde culto del hecho.
- El divorcio es, en el mejor de los casos, un fracaso, y nos interesa mucho más buscar curar su causa que completar sus defectos.
- El juego de ponerse límites a sí mismo es uno de los placeres secretos de la vida.
- La única simplicidad que vale la pena de conservar es la del corazón, la simplicidad que acepta y goza.
- El gran clásico es un hombre del que se puede hacer el elogio sin haberlo leído.
- El pesimismo no consiste en estar cansado del mal, sino en estar cansado del bien. La desesperación no consiste en estar cansado del sufrimiento, sino en estar cansado de la alegría.
- El periodismo consiste esencialmente en decir 'lord Jones ha muerto' a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo.
- Si el hombre normal del pasado tenía un grave respeto a la propiedad, pudo ser muy bien que fuese porque a veces tenía él una propiedad.
- La habilidad moderna no consiste en esconder la emoción, sino en afectarla.
- La finalidad de la vida es la apreciación: no tiene sentido no apreciar las cosas, y no tiene sentido poseer más cantidad de ellas, si no se las aprecia.
- La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.
- Los ángeles pueden volar porque se toman a sí mismos a la ligera.
- Un hombre puede combatir una afirmación con un razonamiento; pero una sana intolerancia es el único modo con que un hombre puede combatir una tendencia.
- El ahorro es poético, porque es creador: el derroche no es poético, porque es destructor.
- Si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa.
- Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa.
- Optimista es el que os mira a los ojos, pesimista, el que os mira a los pies.
- El gobierno no descansa en la fuerza, el gobierno es la fuerza; descansa en el consentimiento, o en una concepción de la justicia.
- La madurez hace al hombre más espectador que autor de vida social.
- La fatalidad no pesa sobre el hombre cada vez que hace algo; pero pesa sobre él, a menos que haga algo.
- La intolerancia puede ser definida aproximadamente como la indignación de los hombres que no tienen opiniones.
- Puedo creer lo imposible pero no lo improbable.
- Todas las buenas maneras tienen que principiar compartiendo alguna cosa con sencillez. Dos hombres tienen que compartir un paraguas; si no tienes un paraguas, tendrán por lo menos que compartir la lluvia, con todas sus ricas posibilidades de humor y de filosofía.
- Es improcedente hablar de reforma sin hacer referencia a la forma.
- Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.
- No hay cínicos, no hay materialistas. Todo hombre es un idealista, sólo que sucede con demasiada frecuencia que tiene un ideal equivocado.
- Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político.
- En el asombro hay siempre un elemento positivo de plegaria.
- El hombre que tiene fe ha de estar preparado, no sólo a ser mártir, sino a ser un loco.
- El fin de tener una mente abierta, como el de una boca abierta, es llenarla con algo valioso.
- Donde acaba la biología comienza la religión.
- Yo he conocido muchos matrimonios felices, pero ni uno solo compatible. Toda la mira del matrimonio es combatir durante el instante en que la incompatibilidad se hace indiscutible y sobrevivirlo.
- La afirmación de que los mansos poseerán la tierra está muy lejos de ser una afirmación mansa.
- No hay cosas sin interés. Tan sólo personas incapaces de interesarse.
- La teología es el pensamiento aplicado a la religión; y los que prefieren una religión sin pensamiento no tienen por qué desdeñar a los que tienen gustos más racionalistas.
- La única objeción al matrimonio científico que merece una atención definitiva, es sencillamente que una tal cosa sólo podría ser impuesta a inimaginables esclavos y cobardes. Yo no sé si los casamenteros científicos tienen razón o no la tienen cuando dicen que la intervención médica produciría hombres fuertes y sanos. Yo sólo estoy seguro de que, si así fuese, el primer acto de los hombres fuertes y sanos sería aplastar la intervención médica.
- Solamente el bígamo cree de verdad en el matrimonio.
- El único modo de estar seguro de coger un tren es perder el anterior.
- Muchos críticos de hoy han pasado de la premisa de que una obra maestra puede ser impopular, a la premisa de que si no es impopular no puede ser una obra maestra.
- La edad de oro retorna a los hombres cuando, aunque sólo sea momentáneamente, se olvidan del oro.
- Los arquitectos lo saben todo sobre el estilo romántico, excepto como construirlo.
- No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.
- Admiramos las cosas por motivos, pero las amamos sin motivos.
- No existe el placer allí donde no existe más que él.
- No hay gente ineducada. Todo el mundo lo está; sólo que mucha gente está mal educada.
- Todos los educadores son absolutamente dogmáticos y autoritarios. No puede existir la educación libre, porque si dejáis a un niño libre no le educaréis.
- Quienes hablan contra la familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen.
- La única educación eterna es esta: estar lo bastante seguro de una cosa para decírsela a un niño.
- El hombre puede ser un escéptico sistemático; pero entonces no puede ser ya ninguna otra cosa; y ciertamente tampoco un defensor del escepticismo sistemático.
- La función esencial de la lisonja es lisonjear a las personas por las cualidades que no poseen.
- Hasta donde hemos perdido la creencia, hemos perdido la razón. Ambos tienen la misma condición autoritaria y primaria. Ambas constituyen métodos de prueba que, a su vez, no admiten ser probados. Y en el acto de aniquilar la idea de la autoridad divina, damos al traste con aquella autoridad humana de que no podemos dispensarnos ni aún para decir que dos y dos son cuatro.
- La humildad es una virtud tan práctica, que los hombres se figuran que debe ser un vicio.
- Las verdades se convierten en dogmas desde el momento en que comienzan a ser discutidas.
- La verdad psicológica fundamental no es que ningún hombre sea un héroe para su ayuda de cámara. La verdad psicológica fundamental, el fundamento del Cristianismo, es que ningún hombre puede ser un héroe para sí mismo.
- El futuro es nuestro refugio ante la feroz competencia de nuestros antepasados.
- Los iconoclastas hicieron muchas más estatuas de las que destruyeron.
- La fantasía nunca arrastra a la locura; lo que arrastra a la locura es precisamente la razón. Los poetas no se vuelven locos, pero sí los jugadores de ajedrez.
- Una de las grandes desventajas de la prisa es que lleva demasiado tiempo.
- El Cristianismo, no sólo es capaz de inferir las verdades lógicas, sino qué, cuando sobreviene el absurdo, sabe acertar -digámoslo así- las verdades ilógicas.
- Hay más simplicidad en el hombre que come caviar por impulso, que en el que como nueces por principio.
Gilbert Keith Chesterton: El gigante del ingenio y la paradoja
El hombre era una fábrica de paradojas. No solo porque amaba usarlas en sus escritos, lo que lo hizo famoso por su capacidad de dar vuelta las expectativas y hacer que sus lectores vieran lo común desde ángulos inesperados. También era una paradoja en sí mismo: un gigante regordete que escribía con una agilidad asombrosa, un hombre profundamente religioso con un sentido del humor afilado y, sobre todo, un conservador que era sorprendentemente radical en su pensamiento.
Quizás lo conozcas por el Padre Brown, ese curioso sacerdote detective que resuelve crímenes no tanto por astucia sino por su comprensión de la naturaleza humana y el pecado. A través de estos relatos, Chesterton exploró la dualidad de la moral, la fe y la razón en el contexto de la sociedad moderna.
Pero Chesterton no fue solo un maestro de la ficción. Sus ensayos y libros abordaron una amplia variedad de temas, desde teología y filosofía hasta política y economía. En "Ortodoxia", uno de sus trabajos más personales, exploró la lógica y el misterio de la fe cristiana, presentando un argumento apasionado y personal sobre cómo la religión puede coexistir con la razón.
Muy crítico del materialismo y el determinismo, Chesterton abogaba por la maravilla y el asombro ante la vida. Consideraba que el mundo estaba lleno de magia y que la rutina y la complacencia eran los verdaderos enemigos del alma humana.
Su relación con figuras contemporáneas como George Bernard Shaw y H.G. Wells fue una fuente constante de debate y camaradería. A pesar de sus frecuentes desacuerdos, especialmente con Shaw, el respeto mutuo era evidente, y sus intercambios públicos eran tan entretenidos como instructivos.
G.K. Chesterton falleció en 1936, pero dejó un legado literario y filosófico que aún resuena hoy en día. Para aquellos que buscan una perspectiva fresca y provocadora, que desafía tanto el cinismo moderno como el dogma, Chesterton ofrece un festín de sabiduría y humor. Su capacidad para encontrar lo extraordinario en lo ordinario y para celebrar las paradojas de la vida lo convierte en una voz atemporal, un gigante que nos invita a ver el mundo con ojos renovados y corazón agradecido.