Las mejores 33 citas de Gabriel García Márquez
Dicen que cuando Gabo escribía, las mariposas amarillas revoloteaban por su mente, desbordando su imaginación por el mundo. Gabriel García Márquez, o "Gabo" para aquellos que nos sentimos como sus íntimos lectores aunque jamás hayamos compartido un café con él, nació en 1927 en un pequeño pueblo de Colombia llamado Aracataca. Ese mismo lugar se transformó en la mítica Macondo, epicentro de sus historias y refugio literario para quienes se perdieron en sus páginas.
Tabla de contenidos:
Frases de Gabriel García Márquez
- El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno.
- Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
- No tenemos otro mundo al que podernos mudar.
- La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada.
- La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
- En realidad, el único momento de la vida en que me siento ser yo mismo es cuando estoy con mis amigos.
- El amor se hace más grande y noble en la calamidad.
- El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
- En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces.
- Así es -suspiró el coronel-. La vida es la cosa mejor que se ha inventado.
- El periodismo es el mejor oficio del mundo.
- El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta.
- La creación intelectual es el más misterioso y solitario de los oficios humanos.
- La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.
- Creo que las mujeres sostienen el mundo en vilo, para que no se desbarate mientras los hombres tratan de empujar la historia. Al final, uno se pregunta cuál de las dos cosas será la menos sensata.
- Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.
- El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.
- Me desconcierta tanto pensar que Dios existe, como que no existe.
- El hecho de que alguien no te ame como tú quieras, no significa que no te ame con todo su ser.
- El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo.
- Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor.
- Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.
- Nunca releo mis libros, porque me da miedo.
- Hay que ser infiel, pero nunca desleal.
- Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía.
- Ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merezca no te hará llorar.
- El mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga.
- La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.
- —La ilusión no se come —dijo ella. —No se come, pero alimenta —replicó el coronel.
- No, el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible.
- Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no.
- La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
- No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.
Gabriel García Márquez: Un genio entre realidades y mariposas
Desde joven, Gabo fue un tipo con una curiosidad voraz. Las historias que escuchó de su abuela, quien tenía una asombrosa habilidad para narrar hechos ordinarios con un toque de magia, influenciaron profundamente su estilo literario. Y es que el realismo mágico de Gabo no era simplemente un truco literario. Era, en cierta manera, la lente a través de la cual veía el mundo: una fusión fascinante de la realidad latinoamericana y el misticismo.
Mientras otros autores escribían sobre lo que veían, Gabo escribía sobre lo que soñaba y sentía. Y vaya que soñaba. Imagina vivir en un mundo donde llueven flores y donde las almas de los difuntos visitan a sus seres queridos en forma de mariposas. Bueno, para Gabo, ese mundo existía y estaba justo en frente de todos, solo había que observarlo con los ojos adecuados.
Uno de sus pensamientos más recurrentes era su visión crítica sobre el poder y la soledad. En su obra maestra "Cien años de soledad", nos introduce a la familia Buendía, mostrando generación tras generación cómo el poder corrompe y cómo, en su cumbre, la soledad se convierte en la única compañera fiel. Las pasiones humanas, el amor en todas sus formas, la fatalidad del olvido y las cicatrices del pasado son temas recurrentes en su obra.
Gabo también tenía una opinión contundente sobre el periodismo. Para él, ser periodista era más que una profesión, era una pasión. A pesar de su éxito como novelista, jamás abandonó su rol de periodista, siempre comprometido con la verdad y con narrar las historias de aquellos que no tenían voz.
En cuanto a la política, Gabo tenía sus reticencias. Aunque fue amigo cercano de líderes políticos, como Fidel Castro, siempre mantuvo una postura crítica ante cualquier forma de opresión o injusticia. Creía fervientemente en la capacidad de la literatura para cambiar mentes y corazones, y en la necesidad de cuestionar constantemente el status quo.
Y mientras Gabo nos dejó en 2014, su legado es eterno. Su visión del mundo, ese mágico realismo que nos enseñó a apreciar, sigue vivo en cada lector que se sumerge en sus historias. A través de sus palabras, Gabo nos mostró que no hay barreras entre la realidad y la fantasía, que en cada rincón del mundo hay un toque de magia esperando ser descubierto y que, al final del día, todos somos, de alguna manera, habitantes de Macondo.