Las mejores 64 frases de San Agustín
Imagínate un joven que vive la vida loca, que va a todas las fiestas, se mete en todo tipo de líos amorosos, y cuestiona todo... hasta que un día, tiene una iluminación y se vuelve uno de los filósofos y teólogos más grandes de la historia. ¡Ese es San Agustín!
Tabla de contenidos:
Frases de San Agustín
- Buscad lo suficiente, buscad lo que basta. Y no queráis más. Lo que pasa de ahí, es agobio, no alivio; apesadumbra en vez de levantar.
- Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos.
- El mundo no fue hecho en el tiempo, sino con el tiempo.
- Una cosa es haber andado más camino y otra, haber caminado más despacio.
- Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti.
- Cuanto mejor es el bueno, tanto más molesto es para el malo.
- Todo el que cree, piensa. Porque la fe, si lo que cree no se piensa, es nula.
- La medida del amor es amar sin medida.
- El pasado ya no es y el futuro no es todavía.
- No se accede a la verdad sino a través del amor.
- En el jardín de la Iglesia se cultivan: Las rosas de los mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas.
- Donde no hay caridad no puede haber justicia.
- Quien toma bienes de los pobres es un asesino de la caridad. Quien a ellos ayuda, es un virtuoso de la justicia.
- No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos.
- Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.
- Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.
- Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error.
- Conviene matar el error, pero salvar a los que van errados.
- La ociosidad camina con lentitud, por eso todos los vicios la alcanzan.
- Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti.
- Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos.
- El que no tiene celos no está enamorado.
- Cuando estés en Roma, compórtate como los romanos.
- Así como toda carencia es desgracia, toda desgracia es carencia.
- La Ley ha sido dada para que se implore la gracia; la gracia ha sido dada para que se observe la ley.
- Si somos arrastrados a Cristo, creemos sin querer; se usa entonces la violencia, no la libertad.
- ¿Qué es, pues el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé.
- Si dudo, si me alucino, vivo. Si me engaño, existo. ¿Cómo engañarme al afirmar que existo, si tengo que existir para engañarme?
- Da lo que mandas y manda lo que quieras.
- Creo para comprender, y comprendo para creer mejor.
- Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista.
- Conócete, acéptate, supérate.
- No hubo tiempo alguno en que no hubiese tiempo.
- Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado.
- El hombre no reza para dar a Dios una orientación, sino para orientarse debidamente a sí mismo.
- La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.
- En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad.
- Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan.
- Casarse está bien. No casarse está mejor.
- Amad a esta Iglesia, permaneced en esta Iglesia, sed vosotros esta Iglesia.
- Nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos lo sean.
- La necesidad no conoce leyes.
- No hay riqueza más peligrosa que una pobreza presuntuosa.
- Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta.
- El alma desordenada lleva en su culpa la pena.
- Equivocarse es humano, perseverar voluntariamente en el error es diabólico.
- No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.
- Se aferran a su parecer, no por verdadero sino por suyo.
- Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros.
- La misma debilidad de Dios procede de su omnipotencia.
- Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja.
- Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.
- Una virtud simulada es una impiedad duplicada: a la malicia une la falsedad.
- Las lágrimas son la sangre del alma.
- En el Cielo dicen Aleluya, porque en la Tierra han dicho Amén.
- No te aflijas, sino alégrate de preferir ser, aún siendo miserable.
- Así como la verdad se produce por la medida, así la medida se produce por la verdad.
- La razón no se sometería nunca, si no se juzgase que hay ocasiones en que debe someterse.
- Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.
- Una vez al año es lícito hacer locuras.
- La sabiduría no es otra cosa que la medida del espíritu, es decir, la que nivela al espíritu para que no se extralimite ni se estreche.
- Existirá la verdad aunque el mundo perezca.
- La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre.
- Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.
San Agustín: el chico malo que se volvió santo
Agustín nació en el 354 d.C., en Tagaste, un pueblito en el norte de África (hoy Argelia). Aunque su madre, Santa Mónica, era una cristiana devota, Agustín decidió tomar un camino más... digamos, movido. Como joven, exploró varias religiones y filosofías. ¡Hasta se metió en una secta llamada maniqueísmo!
Más tarde, se mudó a Cartago para estudiar, y aquí es donde las cosas se pusieron más interesantes. Se convirtió en un excelente orador y profesor de retórica. Pero también se enamoró, tuvo un hijo fuera del matrimonio y vivió una vida, digamos, un poco desordenada. ¡Vamos, Agustín, ponte las pilas!
Sin embargo, en medio de toda su fiesta y reflexión filosófica, Agustín sintió un vacío. Viajó a Roma y luego a Milán, donde conoció a San Ambrosio, un obispo muy influyente. Aquí, las enseñanzas cristianas empezaron a tener sentido para él, y en una tarde particular, mientras estaba en un jardín, escuchó una voz que decía: "Toma y lee". Agarró las Escrituras, y BAM, tuvo su momento de iluminación.
En el 387 d.C., Agustín fue bautizado, y más tarde, regresó a África donde se convirtió en sacerdote y luego obispo de Hipona. Aquí es donde sus ideas y escritos realmente despegaron.
San Agustín no se contentó con solo ser un hombre de fe, sino que también quería entenderla. Se preguntaba cosas como: ¿Cómo puede existir el mal si Dios es todo bondad? ¿Cómo funciona el tiempo? ¿Qué es el alma? Sus respuestas a estas preguntas se convirtieron en la base del pensamiento cristiano occidental. Por ejemplo, creía que el mal no es algo real por sí mismo, sino la ausencia de bien, un poco como la oscuridad es la ausencia de luz.
De todos sus escritos (y escribió mucho), dos de sus obras más famosas son "Confesiones", donde cuenta su vida y conversión con sinceridad brutal, y "La Ciudad de Dios", una reflexión sobre la historia humana y el papel de Dios en ella.
San Agustín murió en el 430 d.C., pero su influencia sigue viva. A través de sus escritos, mostró que la fe y la razón pueden ir de la mano. Enseñó que el amor es la base de todo y que, a pesar de nuestras fallas y errores, siempre hay esperanza en la redención.