Las mejores 92 frases de François de La Rochefoucauld
¿Alguna vez te has sumergido en reflexiones cortas pero profundamente incisivas sobre la naturaleza humana? Seguro que te has curzado con las palabras de François de La Rochefoucauld. Nacido en 1613 en una familia aristocrática de Francia, Rochefoucauld se convirtió en una figura icónica del siglo XVII, no por sus hazañas en el campo de batalla o la política, aunque tuvo su participación, sino por su agudo y a menudo cínico análisis del comportamiento humano.
Tabla de contenidos:
Frases de François de La Rochefoucauld
- El verdadero valor consiste en hacer uno sin testigos lo que sería capaz de hacer ante todo el mundo.
- Nunca somos tan felices ni tan infelices como pensamos.
- El deseo de parecer listo impide el llegar a serlo.
- Hay poca gente lo bastante cuerda que prefiera la censura provechosa a la alabanza traidora.
- Hay reproches que alaban, y alabanzas que reprochan.
- Nunca se tiene la libertad de amar o de dejar de amar.
- Lo que hace que la mayoría de las mujeres sean tan poco sensibles a la amistad es que la encuentran insípida luego de haber probado el gusto del amor.
- La libre comunicación de los pensamientos y las opiniones es uno de los derechos más preciados por el hombre.
- Nada impide tanto ser natural como el deseo de parecerlo.
- La confianza sirve en las conversaciones más que el ingenio.
- La intención de no engañar nunca nos expone a ser engañados muchas veces.
- Los hombres no vivirían mucho tiempo en sociedad si no se engañaran unos a otros.
- La verdad no hace tanto bien en el mundo como el daño que hacen sus apariencias.
- La debilidad de carácter es el único defecto que no se puede enmendar.
- Es muy difícil que dos que ya no se aman, riñan de verdad.
- La verdadera prueba de que se ha nacido con grandes cualidades estriba en haber nacido sin envidia.
- Establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros.
- No se elogia, en general, sino para ser elogiado.
- El daño que hacemos no nos trae tantas persecuciones y odios como nuestras buenas cualidades.
- Nunca otra cosa damos con tanta liberalidad como nuestros consejos.
- La filosofía triunfa con facilidad sobre las desventuras pasadas y futuras, pero las desventuras presentes triunfan sobre la filosofía.
- La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores.
- Es necesario tener tanta discreción para dar consejos como docilidad para recibirlos.
- El mejor medio de conservar los amigos es no pedirles ni deberles nada.
- El orgullo, que nos inspira tanta envidia, a menudo nos sirve también para moderarla.
- La inteligencia no podría representar mucho tiempo el papel del corazón.
- Es más fácil conocer al hombre en general que a un hombre en particular.
- Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo.
- Amamos siempre a los que nos admiran, pero no siempre a los que admiramos.
- Para hacerse una posición en el mundo, es preciso hacer todo lo posible para hacer creer que ya se tiene.
- Si quieres tener enemigos, supera a tus amigos; si quieres tener amigos, deja que tus amigos te superen.
- La adulación es una moneda falsa que tiene curso gracias sólo a nuestra vanidad.
- Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición.
- Aunque los hombres se jacten de sus grandes acciones, muchas veces no son el resultado de un gran designio, sino puro efecto del azar.
- El mundo recompensa antes las apariencias de mérito que al mérito mismo.
- Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte.
- No hay accidente, por desgraciado que sea, del que los hombres hábiles no obtengan provecho.
- Es una prueba de poca amistad no darse cuenta del retraimiento de la de nuestros amigos.
- Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos.
- Como pretendes que otro guarde tu secreto si tú mismo, al confiárselo, no los has sabido guardar.
- Todo el mundo se queja de no tener memoria y nadie se queja de no tener criterio.
- Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos.
- Un amigo verdadero es el más grande de todos los bienes y el que menos nos cuidamos de adquirir.
- La verdadera elocuencia consiste en no decir más de lo que es preciso.
- A los viejos les gusta dar buenos consejos, para consolarse de no poder dar malos ejemplos.
- Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
- Si no tuviéramos defectos no sentiríamos tanto placer descubriendo los de los demás.
- Se perdona mientras se ama.
- Confesamos nuestros pequeños defectos para persuadirnos de que no tenemos otros mayores.
- El silencio es el partido más seguro para el que desconfía de sí mismo.
- La esperanza, no obstante sus engaños, nos sirve al menos para llevarnos al fin de la existencia por un camino agradable.
- El amor propio es el mayor de los aduladores.
- Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que ser engañado por ellos.
- Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.
- La felicidad reside en los gustos y no en las cosas; somos felices cuando tenemos lo que nos gusta y no cuando tenemos lo que los demás encuentran agradable.
- Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros.
- Perdonamos fácilmente a nuestros amigos los defectos en que nada nos afectan.
- Hablamos muy poco, excepto cuando la vanidad nos hace hablar.
- Hay muchos remedios que curan el amor; pero ninguno infalible.
- La gloria de los grandes hombres debe medirse siempre por los medios que han empleado para adquirirla.
- La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras.
- Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera.
- No se debe juzgar a un hombre por sus cualidades, sino por el uso que hace de ellas.
- Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena.
- No se desprecia a todos los que tienen vicios, pero sí a los que no tienen ninguna virtud.
- Lo que hace que los amantes no se aburran nunca de estar juntos es que se pasan el tiempo hablando siempre de sí mismos.
- Las personas afortunadas se corrigen poco: Creen tener siempre razón mientras la fortuna sostiene su mala conducta.
- La esperanza y el temor son inseparables y no hay temor sin esperanza, ni esperanza sin temor.
- No hay tonto más molesto que el ingenioso.
- La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud.
- Los celos nacen del amor, pero no mueren con éste.
- Los celos se nutren de dudas y la verdad los deshace o los colma.
- Para tener éxito debemos hacer todo lo posible por parecer exitosos.
- No solemos considerar como personas de buen sentido sino a los que participan de nuestras opiniones.
- En los celos hay más amor propio que amor.
- Si juzgamos el amor por la mayor parte de sus efectos, se parece más al odio que a la amistad.
- A menudo se juzga a los hombres por el crédito de que gozan o por las riquezas que poseen.
- Si una persona parece cuerda es sólo porque sus locuras son proporcionadas a su edad y estado.
- Nuestra envidia dura siempre más que la dicha de aquellos que envidiamos.
- Los apellidos famosos, en lugar de enaltecer, rebajan a quienes no saben llevarlos.
- El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto.
- Prometemos según nuestras esperanzas y cumplimos según nuestros temores.
- Si tuviésemos suficiente voluntad casi siempre tendríamos medios suficientes.
- Solemos perdonar a los que nos aburren, pero no perdonamos a los que aburrimos.
- El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás.
- Cuanto más se ama a un amante, más cerca se está de odiarle.
- Si en los hombres no aparece el lado ridículo, es que no lo hemos buscado bien.
- No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.
- Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente.
- Conocer las cosas que lo hacen a uno desgraciado, ya es una especie de felicidad.
- Con frecuencia nos avergonzaríamos de nuestras más hermosas acciones, si el mundo supiera todos los motivos que las producen.
- La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud.
François de La Rochefoucauld: El maestro de las máximas
Viviendo en una época de turbulencia política y social, donde la lucha por el poder y la influencia estaba a la orden del día, Rochefoucauld tuvo una amplia oportunidad para observar y analizar las motivaciones humanas. Estas observaciones le llevaron a escribir sus famosas "Máximas" ("Réflexions ou sentences et maximes morales"), una colección de reflexiones breves sobre la moralidad, la pasión, el amor y la hipocresía.
Lo que distingue a Rochefoucauld no es simplemente su habilidad para condensar pensamientos complejos en breves máximas, sino su agudo y a menudo desencantado entendimiento de la naturaleza humana. Sus reflexiones tienden a despojar a las personas de sus ilusiones, sugiriendo, por ejemplo, que el altruismo genuino es raro y que muchos de nuestros actos "nobles" son en realidad formas sofisticadas de egoísmo.
Una de sus máximas más famosas dice: "En el amor propio de los hombres, la mujer encuentra un aliado inagotable". Otra reza: "No siempre amamos a las personas por las que somos celosos". Estos breves destellos de sabiduría, aunque a menudo cínicos, revelan una profunda comprensión de las contradicciones y complejidades del corazón humano.
A pesar de la aparente negatividad, Rochefoucauld no buscaba condenar a la humanidad, sino más bien iluminarla. Al exponer las falacias y autoengaños a los que somos propensos, ofrecía una oportunidad de autoconocimiento y, potencialmente, autotrascendencia.
François de La Rochefoucauld falleció en 1680, pero sus máximas siguen siendo leídas y citadas en la actualidad. Para aquellos que buscan un espejo que refleje la condición humana sin adornos ni falsas pretensiones, Rochefoucauld sigue siendo una voz esencial, un recordatorio de que, aunque estamos plagados de imperfecciones, hay valor y autenticidad en reconocerlas y enfrentarlas.